martes, 7 de abril de 2009

Cobertura: AteneA en el Quilmes

QUILMES ROCK. DÍA 3. UN RITUAL HISTÓRICO


Por Martín Burgos

La cancha de River fue el escenario de una nueva consagración de Los Piojos. Antes, el amor de Fidel, la fiesta kapanguera, el reggae cafre y la potencia de Divididos.

Ya no quedan dudas de que el festival de la cerveza es el más importante de los que se realizan en Capital. Artistas de la talla de Radiohead, Sepultura y Iron Maiden ya habían pasado, por el Club Ciudad de Buenos Aires los primeros, y por el estadio de River Plate los otros. Y en el Monumental faltaba estar nada más y nada menos que Kiss.

Pero Núñez aún tenía una fecha íntegramente nacional con Los Piojos, quienes junto con La Renga son las únicas bandas activas capaces de llenar River, como cabecera y cerrar un festival.

Como todo recital de esta talla, los sponsors estaban en cualquier dirección: cigarrillos, celulares, hamburguesas, remeras de rock, etc. Y entre todo esto, un cielo que después de una mañana amenazante quería abrirse para el sol. 16:30 marcaban los relojes (demasiado temprano tal vez) cuando Fidel Nadal salió a escena a presentar su Internacional Love, hit veraniego escuchado hasta el hartazgo. El ex TTM realizó su set para poca gente, posiblemente por el tempranero horario de comienzo, pero sus acordes reggae le dieron paz y calor a un día que sería largo y agitado. Pasado Fidel, Zumbadores se presentó en el escenario secundario, ubicado detrás del mangrullo del sonido, pero justo de frente a los que entrábamos al campo.

Casi 17:30 fue la hora señalada para que una de las bandas más esperadas y queridas comenzara su presentación. Kapanga es una banda a la medida de cualquier festival, porque tiene un carisma que en otra fecha no hubiera quedado desubicado ni pasado desapercibido, ni con Radiohead, ni con Maiden ni con Kiss. Y la presencia del pequeño Tobías Favio, hijo del Mono, como bajista durante todo el show fue una de las grandes y gratas sorpresas del día. Sin vergüenza ni miedo escénico, jugó con los chistes, recorrió la pasarela y se prendió a patear pollitos cuando comenzaron las parodias a Kiss. Pasaron temas de Crece, clásicos y un estreno, llamado Todo terreno. Pero no se puede dejar de hablar de los momentos graciosos, porque Kapanga, en un festival con más de 20 mil personas ya adentro, es un espectáculo transmusical: Maikel con su guitarra parodiando a los Stones, un teclado que hacía las veces de Van Halen en Jump, el mítico bajo de Arnedo en Mejor no hablar..., y una pastillita que homenajeó a Sui Generis con Seminare en medio de SOK – La Taberna. Kapanga demostró solidez en el escenario, un Mono que con tres palabras se hace querer y una banda que divierte sin dejar de lado la seriedad en las canciones.

Cuando la tarde empezaba a hacerse oscura, era momento una vez más del reggae. Y los Cafres son hoy por hoy el mejor exponente de la movida nacional. El larguísimo Guille Bonetto no deja metro del escenario sin caminar y bailar, mientras su grave voz endulza la música del verde, amarillo y rojo. La receta fue el puntapié para plantar una bandera llevada a cabo a medias: el reggae es belleza, pero por momentos hubo algo de monotonía. En su mayor parte, los temas de la lista son los que conforman Barrilete y Hombre simple, su disco paralelo (no doble) lanzado en 2007. Felices por tocar por primera vez en River, Bonetto presentó la banda que tiene mucho sustento en los vientos, que hacen su trabajo a la perfección. Sobre el final vinieron los clásicos, Si el amor se cae, Sinsemilla, Bastará (tema que de tan escuchado ya parece antiguo) y Capitán Pelusa dieron cierre a la buenas vibras de Los Cafres.

Con Mario Pergolini como presentador (fue una suerte de animador en los minutos previos a cada set y descontrolado agitador desde su cabina en cada show), el trío más power del rock nacional se hizo presente. Ricardo, Diego y Catriel. Mollo, Arnedo y Ciavarella. Divididos comenzaba su recital con una versión bien alejada de los Beatles de She´s so heavy, para luego dar paso a algunos clásicos como Que tal, La ñapi de mamá, Elefantes en Europa y la bella Spaghetti del Rock. Promediando, dos temas “desconocidos” aparecieron en el repertorio de “la aplanadora”: Hombre en U y Todos fuimos, dedicado a las víctimas de la Tragedia de Santa Fé, en lo que sin duda fue el momento más emotivo: las imágenes en la pantalla gigante de actores, actrices y músicos entremezcladas con la de los chicos del colegio Ecos, y el lema: “Todos fuimos, todos somos y todos podemos ser”. Pasado el momento, quedó tiempo para la zapada de Mollo tocando con zapatillas, dientes y con lo que tuviera a mano; una bengala en Paisano de Hurlingham que motivó el stop en la canción y el enojo de Arnedo, más amparado en la memoria de Cromañón que en la propia peligrosidad de la pirotecnia. Y el Sumazo final, con El ojo blindado, Estallando desde el océano, No duermas más y Mejor no hablar de ciertas cosas. Divididos avasalla con el sonido, con tres especialistas cada uno en su instrumento. Pero lo mejor estaba por venir.

A las 22 o´clock el estadio quedó en penumbras para los primeros acordes de Arco. Con casi 20 años a cuestas, en toda la previa se habló de la despedida de Los Piojos, por una posible salida de Micky, luego de la reciente ida de Pity. Pero el misterio se develaría al final. Tras la apertura, siguieron los recuerdos con Chac tu Chac y Ay Ay Ay. Ese fue el momento del primer “buenas noches”, seguido del alterlatino y manonegrista Civilización, homónimo al último (¿último?) disco piojoso. Con pésimos chistes de Ciro, el clima comenzó a distenderse, ideal para que Tavo se hiciera cargo del micrófono en Sudestada y Micky en Un buen día. También tuvo su momento Chuky de Ípola, para presentar un tema propio de su disco Concreto, cantado por Ciro. También hubo lugar para una hermosa versión de Tan Sólo, tan solo con una guitarra acústica en manos y dedos del frontman, pasada una breve historia de ese tema, que decía que de haber sido por Micky esa canción nunca hubiera visto la luz. Casi en medianoche y luego de la extensa versión de El Farolito, dando lugar a cada músico hacer un solo, la banda se recluyó en camarines para lo que se pensaba serían dos o tres bises. Pero el final se extendió de sobremanera: Genios, Desde lejos no se ve (elegida por la gente), Pacífico (dedicada a los combatientes de Malvinas y precedida por el himno), El viejo, tributando a Pappo, Around Around (Zapatos de gamuza azul) para Chuck Berry, Muévelo para que una chica suba a bailar con la banda y Buenos días Palomar formaron parte de casi media hora de canción tras canción para que la felicidad sea completa. Y como es costumbre, Finale fue la banda de sonido para la lectura de banderas, pasado un dato clave: efectivamente, no fue el último Ritual. Los de El Palomar se vuelven a presentar el 14 de mayo en el Club Ciudad de Buenos Aires, donde una vez más se sabrá si hay Piojos para rato o si habrá que guardarse en la memoria cada uno de los rituales. Sin duda alguna éste, con casi 70 mil personas (que en su inmensa mayoría fueron por Los Piojos) será uno memorable.

DUELE UNA BOCHA

Alejandro Sokol fue miembro en la primera época de Sumo como bajista y baterista. Tras la muerte de Luca Prodan, se reunió con Germán Daffunchio para armar Las Pelotas. En abril de 2008, Sokol tocó por última vez con la banda en el Quilmes Rock. Luego se dedicó a su nuevo proyecto, El Vuelto S.A junto a su hijo. El 12 de enero sufrió un paro cardíaco en Córdoba. Tenía 48 años y el 30 de enero cumplía 49. Te invitamos a escuchar las charlas que El Bocha tuvo con Atenea. Nota Junio 2007: "Mi banda es Las Pelotas" Nota Junio 2008: "Con El vuelto hago temas de Las Pelotas que son de mi autoría, pero son versiones nuevas"