Se solicita dar con el paradero del peluquín de quien escribe. Fue visto por última vez el pasado viernes en la zona de 43 entre 7 y 8, en ocasión del recital ofrecido por la banda Karamelo Santo.
Con ese llamado a la solidaridad creo que está resumida la calidad del show que los mendocinos dieron en nuestra ciudad. Pero vayámoslo desgranando de a poco. Y no puedo dejar de lado una crítica a la organización del recital, que obligó a esperar por más de una hora en la puerta a todos los que fueron como prensa o invitados, por la ausencia o desaparición de algunas de las listas.
Superado este problema, comencemos a hablar de lo que fue adentro. Y acá otra crítica. El Teatro, en épocas pre – Cromañón era el reducto rockero platense por excelencia, casi rozando con la categoría de antro. Esos recuerdos se me desvanecieron cuando comencé a recorrerlo, con sillones de cuero negro frente a la barra, tres sectores según la plata que tengas para pagar la entrada. Porque si sólo tenés 20 pesos, lo tenés que ver desde arriba, en los balcones. Con 25 ya podés bajar, pero sólo con 30 mangos tenés la posibilidad de estar debajo del escenario, lugar por excelencia para el pogo.
Y en ese lugar tan criticado, unos minutos antes de llegar a las 12, Karamelo subió al escenario para hacer olvidar de todo y sólo pensar en bailar. La presentación de Antena Pachamama fue la excusa para el desembarco en La Plata de una de las bandas pioneras del rock fusión con reggae y ska. Y después de un comienzo con El ritmo indecente (de La Gente Arriba), fueron los temas de su último disco los utilizados para comenzar la noche, al mismo tiempo que un pantalla producía colores por detrás de la banda, y más tarde tendría la función de mostrar imágenes en blanco y negro del recital.
Con la formación titular completa, y con una primera línea armada por personajes tan disímiles como Goy en la guitarra y a cargo de cantar algunos de los temas más tranquilos, la percusión y las rastas frenéticas de Piro que recorren el escenario en los momentos hip – hop, Gody que va de atrás para adelante para motivar a la gente y el bajo de Diego, a quien cada vez que veo me parece más parecido a Flea de los Red Hot Chilli Peppers.
Volviendo al show, no fue sólo Antena..., hubo espacio (importante) para un repaso exhaustivo por los temas viejos, ya convertidos en clásicos. De los discos más próximos en el tiempo, como La Gente Arriba y Haciendo Bulla, como de su primer disco La Kulebra, de donde sale uno de los puntos altos del toque con el himno Soy cuyano. Por supuesto hay temas infaltables como Fruta amarga, La isla, Tu pa mi o El garrón (una de las mejores historias de la banda y capaz de ser incluida en un ranking a nivel nacional).
Llegando casi al final, Mamina nos obligó a pedirle un esfuerzo a las rodillas y desde abajo hacer nuestra ofrenda a la Pachamama, diosa de la tierra. Y después de un pequeño receso cumbiero, la banda volvió para cerrar el show con el espíritu de Luca Prodan presente, siendo el furioso cover de No tan distintos la elección para que, terminado el último acorde, encender las luces y saludar a un público que no frenó un minuto.
Karamelo logra eso. Un recital al palo desde que se abre el telón hasta un rato después que termina. Porque la adrenalina que corre durante todo el toque deja un resto para salir del lugar cantando y bailando, y que siempre haya ganas de un poquito más. Y ese poquito más será el jueves, cuando KS vuelva a La Plata, esta vez gratis y al aire libre, por los trabajadores de Mafissa. Y allá estarán los que le gusta tanto el Karamelo Santo.